Cómo somos
Paseando a las perras por Barcelona, conocí a un chico que paseaba a un perro recogido de una perrera donde lo iban a sacrificar. El chico, que tendría entre 25 y 30 años, era un encanto y encantador con los perros.
Un día, hablando de cómo tratamos a los otros animales, su mirada se volvió de agua y me dijo que había trabajado en el matadero de Barcelona. Me quedé tan sorprendida que sentí aquella frase como un pinchazo en un cuerpo que no era de él, ni mío, ni tan solo de sus víctimas. Era puro dolor.
El era una persona joven, de complexión delgada y sensible con los perros… para nada el tipo de persona que te imaginas acuchillando a otra… cómo pudo hacer un ”trabajo” tan horrible?
Me explicó que la gente que hacía más tiempo que trabajaba allí le decía que ya se acostumbraría, que ya no vería a los animales como a “sus perro… sólo como mercancías que debían procesar.
- Les miraste a los ojos? Oíste sus lamentos?
- … No podía… sus miradas, sus lamentos, sus súplicas, sus gritos, sus agonías eran un sonido industrial que se mezclaba con la música de las máquinas...
Un día, hablando de cómo tratamos a los otros animales, su mirada se volvió de agua y me dijo que había trabajado en el matadero de Barcelona. Me quedé tan sorprendida que sentí aquella frase como un pinchazo en un cuerpo que no era de él, ni mío, ni tan solo de sus víctimas. Era puro dolor.
El era una persona joven, de complexión delgada y sensible con los perros… para nada el tipo de persona que te imaginas acuchillando a otra… cómo pudo hacer un ”trabajo” tan horrible?
Me explicó que la gente que hacía más tiempo que trabajaba allí le decía que ya se acostumbraría, que ya no vería a los animales como a “sus perro… sólo como mercancías que debían procesar.
- Les miraste a los ojos? Oíste sus lamentos?
- … No podía… sus miradas, sus lamentos, sus súplicas, sus gritos, sus agonías eran un sonido industrial que se mezclaba con la música de las máquinas...
Pero se llevaba a casa el olor a sangre y muerte. Por mucho que se enjabonara hasta los orificios de la nariz, aquel olor impregnó su interior hasta que enfermó y cayó.
También vio desplomarse en el suelo a un hombretón enorme, de unos 50 años, que tenía la mirada perdida hacía tiempo porqué no consiguió cerrar completamente su alma a los ruegos de sus víctimas. Ese hombre culpaba a toda la sociedad de que él hiciese ese trabajo y su parte de responsabilidad no asumida salió en forma de reventón, fundiéndolo entre la sangre de sus muertes. Ese hombre también dejó ese “trabajo” por depresión.
- Quien es más culpable? (me preguntó) La mano que mata por dinero o la mano que compra con dinero?
- No me gusta hablar de culpabilidad. Prefiero saberme responsable de lo que hago… no como animales.
- Yo tampoco. Ya no.
Hace poco vi un reportaje de empresas europeas que fabrican armas. Salió un honrado señor, un padre de familia, un “buen” trabajador para el empresario, que construía, pieza a pieza, un fusil o alguna cosa así. Era belga. Se esmeraba en hacer que cada detalle de aquella máquina de matar estuviese en perfectas condiciones para funcionar. Dijo que nunca pensaba que aquello que él hacía serviría para matar a otro ser humano. Aquello, en África, podía matar a una criatura de edad similar a la que tenían sus hijos…
El gobierno belga había paralizado una gran venta de esas armas porque dudaba que esos artefactos fueran a parar a “buenas manos”. Buenas manos? Buenas manos son las que apuntan bien o las que apuntan mal??? Luego entendí: tenían miedo que fuesen a parar a manos de un intermediario que las vendiese a algún país que tuviese intereses contra Bélgica. Ahhh, era eso! Los intereses!!! Pero: ¿no varían los intereses? ¿no éramos amigos de los talibanes hace un tiempo y ahora ya no? ¿no éramos amigos de Gadafi hasta hace poco y ahora ya no?
No entiendo nada que lleve la palabra “intereses”… son tan variables…
Los trabajadores montaron una manifestación para forzar la venta. Yo pensé que estamos locos. Otra vez unos humanos comiendo de la muerte de otros, esta vez, de la muerte de humanos… No entiendo por qué insultamos a los buitres…
Los humanos somos socialmente esclavos de un sistema que engrana sus piezas en base a los intereses de unos pocos, la pérdida de conciencia de muchos y la enfermedad y la muerte de todxs.
Pero también somos individuos, y si esperamos a que vengan héroes y heroínas a cambiar la realidad, no tendremos tiempo para vivir y disfrutar del tiempo que estemos vivos.
No hace falta matar, ni ver, ni escuchar, ni oler a las víctimas para saber que lo son. No hace falta haber estudiado nada para saber que las víctimas son ellos y podemos ser nosotrxs si es del interés de otros. Sólo hace falta ser suficientemente valientes para decir “NO” a participar de ello. NO trabajando con los ojos cerrados. NO comprando con los ojos cerrados. NO empuñando armas o cuchillos con nuestras manos…
No seremos más felices por acumular más trastos, más hipotecas, más coches, más comida en la nevera. Sólo seremos felices si pensamos, decimos y hacemos lo mismo que sentimos.
Porque en el fondo, por más ruido que hagamos para no oír a las víctimas, las acabaremos oliendo cuando caigamos sobre ellas.
Vive Vegano. Por ti, por las víctimas, para que nadie lo seamos.
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