Síndrome de Estrés Postraumático en trabajadores de mataderos.

Traducción de un artículo publicado por Texas Observer. 

Publicamos la traducción de este artículo de 2012 que da cuenta de las consecuencias del trabajo en mataderos. Una perspectiva que no suele tenerse en cuenta pero que sale cada día más a la luz gracias a las denuncias que los trabajadores han presentado en distintos países (1) (2).
Esperamos que este artículo brinde una nueva perspectiva sobre una industria multi millonaria que se mantiene próspera a costa de los animales y la salud de sus trabajadores. 

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Trabajadores de mataderos enfrentan daños físicos y problemas sicológicos basados en su trabajo, revelan estudios.

Hay apróximadamente 1.100 mataderos inspeccionados por el gobierno federal en los Estados Unidos, de los cuales apróximadamete 70 están en Texas. La mayoría se encuentran al interior de estados como Mineola, Muenster and Windthorst. Estas instalaciones sacrifican y procesan animales, empleando a miles de trabajadores quienes convierten un flujo constante de criaturas vivas en una serie de subproductos rentables.

Un animal de granja que entra por la puerta de enfrente saldrá alrededor de 19 minutos después. Lo hará no sólo como chuletas destinadas a las alacenas domésticas, sino también como pieles hacia Turquía, los pulmones serán enviados a los fabricantes de golosinas para perros, la bilis para la industria farmacéutica, la grasa (el revestimiento de los órganos) para las comunidades Nativo Americanas, y el hígado con destino a Arabia Saudí (quienes, imagínese, distribueyen el hígado de vaca a nivel mundial). No hay duda de que estas operaciones son todo un modelo de eficiencia.También son lugares que ocultan el sufrimiento. La literatura emergente, incluído un estudio de la Universidad de Windsor sobre los efectos sicológicos del trabajo en mataderos es sorprendente. Se suele decir que los consumidores estamos desconectados de la carne que comemos. Raramente se nota que el matadero es un sitio de conectividad insondable. El vínculo más íntimo y manchado de sangre entre los humanos y los animales que consumimos se establece entre los trabajadores de mataderos casi sin voz y los animales para los que están empleados para matar.

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Los funcionarios de los mataderos no sólo están expuestos a una serie de daños físicos, sino que la carga sicológica de este trabajo deteriora su bienestar. Como lo atestigua un ex empleado en el libro The Shocking Story of Greed, Neglect, and Inhumane Treatment Inside the U.S. Meat Industry:

“Lo peor, incluso más que el daño físico, es la carga emocional. Si trabajas por un tiempo en el lugar donde son matados los cerdos, eso te permite aprender a matar cosas, pero no que te importe. Puedes mirar a un cerdo a los ojos mientras camina junto a ti en el pozo de sangre y pensar ‘Dios, este animal luce bien.’ Tal vez quieras acariciarlo. Los cerdos en el lugar de matanza han venido a acariciarme como a un cachorro. Dos minutos después tengo que matarlos… No me importa” 

No sorprende entonces que la consecuencia de esa disonancia emocional incluya violencia doméstica, aislamiento social, abuso de drogas, alcohol, y depresión severa. A medida que los trabajadores de los mataderos reciben cada vez más tratamiento para el trastorno de estrés postraumático, los investigadores están comenzando a explorar de forma sistemática las consecuencias de matar seres sintientes.

Amy Fitzgerald, profesora de criminología en la Universidad de Windsor en Canadá, ha encontrado una fuerte correlación entre la presencia de un gran matadero y las altas tasas de criminalidad en las comunidades de los Estados Unidos. Uno podría objetar que la desproporcionada población de hombres pobres de clase trabajadora en una ciudad con presencia de un matadero podría ser la causa real, pero Fitzgerald examinó esa posibilidad al comparar sus datos con los condados con poblaciones similares empleadas en operaciones parecidas en fábricas. En su estudio publicado en 2007, el matadero destacó como el factor más propenso a aumentar las estadísticas de delitos. Los trabajadores del matadero, en esencia, estaban “insensibilizados” y su comportamiento fuera del trabajo lo reflejaba.

La gente come carne, mucha. El americano promedio consume 212 libras de carne al año. En sitios donde tienen conciencia de la alimentación como Austin, habrá un porcentaje de consumidores que compren productos de origen animal provenientes de pequeñas granjas y crean que están fuera de este embrollo. La cruda realidad es otra. 

La mayoría de productos provenientes de animales llamados “humanitarios” son procesados en el mismo matadero que provee productos cárnicos a los sitios de comida rápida. Las granjas que utilizan mataderos móviles -camiones aprobados por el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos que van hasta los lugares y sacrifican allí- están igualmente implicados. Como un empleado de un matadero móvil anota, “funciona de la misma manera que cualquier otra instalación sólo que está más condensado y sobre ruedas.”

Hoy en día los productos de origen animal son vendidos bajo una historia: el animal fue criado de manera humanitaria, sin jaulas, libre, pastando, sin hormonas. En lo que no se hace énfasis es en el hecho que el animal fue asesinado. Él o ella era un ser sintiente que no quería morir, y la persona que ha tenido que matarlo -a quien casi nunca consideramos- tuvo que declarar “no me importa” para hacer frente al trauma de su trabajo. No hace falta decir que esta historia no aparecerá en la etiqueta diseñada para hacernos pagar más y tranquilizarnos en relación a los animales que comemos. 

Fuente: 

MC WILLIAMS. PTSD in the Slaughterhouse. 
Publicado en: tps://www.texasobserver.org 
Disponible en: https://www.texasobserver.org/ptsd-in-the-slaughterhouse/


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